jueves, 18 de julio de 2013

El sueño de leer...nos.

En torno a dos tazas de café.
(Suena Let’s do it de Alanis Morrisette).

Los libros nos contagian el placer por una vida de la que, irremediablemente, estamos desatados.
Los ánimos por volar y atrapar nubes nos convencen desde el primer verbo impracticable; la imposibilidad es lo que nos conduce por la senda de la imaginación. Así vamos entendiendo qué amamos y cómo lo amamos.

Ella: Yo amo leer. Leer es leerte y leer a todos. Leer el mundo.
Cuando conozco a alguien, lo primero que hago es preguntarme cuál escritor habría creado un personaje así.

El: Yo te veo leer y amo verte leer. Hacerlo es concentrar el tiempo en una mente volcánica, un corazón en erupción. Verte leer es detener cualquier malentendido con la vida. Te he visto amar porque te he visto tomar los libros; te he visto amarme porque te he visto tomar mis libros.

Ella: Pues, es irremediable. No entiendo la literatura de una manera distinta. Te repito, las imposibilidades son el motivo de leer. La imposibilidad de un padre, de una ciudad, de una voz que susurre todos los poemas y todas las canciones desesperadas; la imposibilidad de estar siempre, de acceder a todo. El mundo sólo es posible cuando abres una solapa, pasas la página blanca, desértica y entonces ocurre el efecto divino de la lectura. Una sola página en blanco frente a 400 páginas derramadas de tinta y humanidad.

El: Fíjate en esto: repetidas veces no has dicho que leer en un acto de amor, en ese sentido me pregunto, ¿qué tipo de amor será ése? ¿Qué ha dicho Stendhal? ¿Un amor-pasión desenfrenado e intenso? ¿Un amor-gusto voraz? ¿Un amor afrancesado y de detalles? A fin de cuentas creo que es diverso.

Ella: ¿No te pasa que amas los libros en medidas diferentes? Tal como amamos al resto del universo…

El: Bueno, creo que el hombre vive o sufre dos grandes contradicciones: cuando está frente a la lectura y cuando está frente al amor.

Ella: Y sin embargo, ninguno de los dos se contrarresta, ¿lo notas? Es cuestión de encontrar las letras sumergidas en la piel o encontrar los miembros ocultos entre las páginas; después vendrá el deleite del aroma, la sensación de libertad. Ser libres con el hombre, ser libres con los libros, ser libres por la posibilidad de amar indistintamente a los dos.

Grand Splendid de Buenos Aires. 2013.
El: Y sobre todo ser libres de tomar más café, ¿quieres otro?


Irene García. 

martes, 9 de julio de 2013

Entre líneas con Erich Fromm.

Entre líneas con Erich Fromm.


“Paradójicamente la capacidad de estar solo es 
la condición indispensable para la capacidad de amar”.

Amor no es en este caso un niño de coloradas mejillas dispuesto a herir. No es, bajo ninguna circunstancia,  una exigencia social, una moda, algo qué comprar, qué ponerse con qué maquillarse. No es un tópico sobre el cual escribir porque ya no queda sobre qué escribir. 
Amor no puede ser  el deber de no estar solos.

“El amor no es necesariamente una relación con una persona específica; 
es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo 
de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un objeto amoroso”.

Amar es una condición, una capacidad, un medio para tantear la vida y un fin para aprehenderla. Amar es conocerse y reconocerse. Conocer la individualidad del hombre, pero reconocer su condición social y fundirse en ella. Amar a Uno significa amarlo todo, amarlo todo significa poder amar a Uno.

La necesidad más profunda del hombre es, entonces, 
la necesidad de superar su separatidad, 
de abandonar la prisión de su soledad”.

En tanto que el arte se consigue acercándose a éste, amar se consigue acercándose al amor. Y acercarse al amor supone des-automatizar la mirada, el oído, los sentidos. Intentar entrar a la vida desde el individuo; intentar entrar al individuo desde la masa. Estar en la masa y ser individuo y masa, y amar esa compartida condición de habitar, habitarnos y habitar a otros.
“La unión por la conformidad no es intensa y violenta; 
es calma, dictada por la rutina, y por ello mismo, suele 
resultar insuficiente para aliviar la angustia de la separatidad”.

No puede el hombre, apegado y consumido por un sistema económico, amar el entorno y sentir que puede compartirse con él. Necesita el hombre diferenciarse del sistema, aunque viva en el sistema. Necesita el hombre estar consciente de sí mismo para luego hacerse consciente del otro. Es un recorrer y reconocer simultáneo. Es despertar día tras día en un espacio distinto, en un cuerpo distinto, con una lengua distinta, que comunica cosas y que el hombre necesita aprender a percibir.

“Sólo un individuo privado de todo lo que está más allá 
de las necesidades elementales para la subsistencia 
sería incapaz de gozar con el acto de dar cosas materiales”

En tanto que el hombre es capaz de recibir, debe ser mucho más capaz de dar. En esta reciprocidad reside la esencia de la humanidad. Dar palabras, miradas, sensaciones, conocimientos, gestos, prejuicios, objetos, sentidos, significados y en la misma vuelta de tuerca recibir lo que a otros damos, recibir como a otros damos.

“La práctica de la fe y el valor comienza con los pequeños placeres de la vida”.

Sumidos en un letargo indefinido, el mundo, como una gran maquinaria, va desmontándose a sí mismo, van cayendo tuercas y piezas, que a la larga vamos encontrando. Vamos, como parte de esa maquinaria, perdiendo tuercas; pérdida que por supuesto nos mutila. Por cada tuerca un fragmento de vida. Después del recorrido no somos en nada originales. El tiempo nos desmontó, como al mundo, y terminamos siendo el resultado de una reparación constante, de una sustitución constante.


En la tierra veloz.
Eugenio Montejo.

Sólo quise estar vivo para amarte.
en la tierra veloz. Aquí, a tu lado,
siguiendo el vuelo de esta esfera que gira
detrás de un sol demasiado remoto.
Sea lo que alcance el tiempo que nos dieron
Los dioses o el azar, sea lo que quede
de lumbre en nuestra lámpara indecisa,
mi deseo está aquí, no en otro mundo,
junto a tus manos, tus ojos y tu risa,
junto a los árboles y el viento
que acompañan tu paso por el mundo.
Sea quienquiera que apure las estrellas
y nos haga nacer o desnacer,
sea quienquiera que junte nuestros cuerpos,
aunque no dure nada este relámpago

y la tierra veloz nos borre el sueño.

jueves, 18 de abril de 2013

Lecturas de ciudad.


Literatura en voz alta: http://www.youtube.com/watch?v=sHbB35sBii0


Nocturno.

Se deshace en tu voz y canta.
Pero siempre es igual. El viento
desarraiga por las calles las lámparas
de donde sale la madrugada
como un humo especial para los ángeles
que vagan por el cielo buscando sus cabañas.

Tú a mi lado sentirás que es la hora
de andar despiertos balanceando la estrella
con que se atrae el mar hacia los parques.

Se deshace en tu voz y canta.

Y una vez sucede que los ríos
arrastran la paredes y hacen
crecer la hierba con sus insectos.
Levantan a su paso las colinas
cuyos fuegos incitan a los grandes pájaros
a emprender otro vuelo de destierro.

Tú a mi lado pensarás que es preciso
detenerse con un pañuelo en alto
en las esquinas donde los barcos lloran
para zarpar hacia las catedrales

Se deshace en tu voz y canta.

Después nada estará en su sitio.
Y en los bares que empujan sus puertas hacia el alba
ni en los museos que echan a volar sus campanas
con su cortejo ciego de ratas y orejas
se podrá sospechar que entonces hubo fiestas
en donde las mujeres con un timbre
señalaban la hora de herir a los ancianos.

Tú a mi lado estarás respirando
desde las distancias que abre el sueño.
Y yo te tocaré las mejillas
con vapores y neblinas de vino
para que la noche detrás de tus ojos
siga cruzando el ámbito del día.

Se deshace en tu voz y canta.

Hesnor Rivera (Maracaibo 1928-2000).

Los libros son continentes.


Calle Corrientes de Buenos Aires.
Los libros son silencios, ausencias... 

El tiempo no se detiene cuando nos imbuimos; se destila en miríadas palabras, que mientras  nos acercan al humano, nos alejan del mundo.
En la página que ante nosotros brota, nos aferramos al horizonte de la oscura línea que se transforma en sílabas, en la misma medida en la que nos hundimos en un pozo de tinta seca.
Son la voz universal, la voz del humano, Lo bello, Lo cierto, El silencio, Lo trágico, Lo ficticio, incluso Lo cómico. Son el silencio del mundo, y la consecuencia del ruido que supone estar vivo.
El engranaje del sustantivo buscando un verbo que desee conjugarse (seguramente hacen el mayor estrépito de la industria verbal).  Sí, los verbos sólo se flexionan ante el sentir. Por eso los libros son el verbo idealizado de la humanidad.
Librería Ateneo de Buenos Aires.

Los libros son continentes. 
In-medibles extensiones de letras que no ceden a la mar del tiempo. 
Innumerables extensiones de letras abrazando cuerpos, sobrepasando las edades del descenso humano, incluso la metamorfosis contínua del ser.

El Gran Splendid de Buenos Aires.

Los libros son el resultado de la humanidad. 

La muestra tangible de la existencia del hombre. Son en sí mismos y para otros. Navegan sin sumergirse en la ola de las horas, en la tormenta de los siglos. Son la consecuencia de los que callan, de los cuerpos que se ocultan, se abstraen. Son la muestra del anhelo del hombre, cual astro celeste, por permanecer.
Los libros no pertenecen, por ello no se plegan a la aceras.
Los libros no vienen a salvar al hombre, por ello nunca serán beatificados. Son la metáfora más sublime de la muerte. Y porque están vivos, tienen rostros y palpitan, cual ciudades.


Sostienen por días los pesares del lector, y por siglos las resignaciones de la humanidad.
Se cierran, callan y en la mansedumbre de los días, inconformes, esperan por otras manos con nuevas formas de rozar su piel. 

martes, 16 de octubre de 2012

Leer es vivir y comparar.

"Todo acto de recepción de una forma dotada de significado, en el lenguaje, en el arte o en la música, es comparativo. El conocimiento es reconocimiento..." (George Steiner).
 
Por un azar que en ocasiones nadie busca comprender, los textos literarios confabulan para ser uno solo. Un ejemplo es Juan Manuel, el personaje de Gonzalo Celorio en Y tiemble en sus centros la tierra, quien recorre una ciudad con una nube etílica en los ojos, doblegando el recuerdo a la realidad, y sometiendo el presente con el anhelo del pasado, tal como Sergio Pitol describe en "Todo es todas las cosas" -El arte de la fuga-, su experiencia de conocer Venecia por primera vez bajo los efectos de la ceguera al extraviar sus lentes. Hay una visión común y velada de enfrentarse al mundo en ambos autores, a través de la ficción o la anecdota, pero la hay.
 
Otra relación inevitable que viene a mí es la de Robert Walser en Enrique Vila-Matas. Cada autor se apodera de distintas expresiones artísticas de tal manera, que no sabemos, como en este caso -siendo la literatura capaza de violar tiempos y espacios-, si el paseante enloquecido terminrá siendo el escritor español bajo la pluma de Walser.
 
 
De alguna manera, todo acto, todo gesto, toda expresión humana remite a las imágenes que ya nuestra memoria posee y por ello reconoce. El hombre expande sus conocimientos en la medida que se expone al mundo, donde sus sentidos puedan proyectar un estado, una manera de ser y de ocupar el lugar que habita; donde esa manera sea una marea que se influencia, modifica, enriquece o desmejora gracias al contacto con los otros. Así, el arte se expone y se difumina en la medida que los creadores convergen y sus obras se rozan. Así lo escribe Pitol:
 
"Uno, me aventuro, es los libros que ha leído, la pintura que ha visto, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno está conformado por tiempos, aficiones y credos diferentes".
 

La expresión artística no sólo supone un estado de ánimo, el conocimiento de una técnica y la necesidad de expresión; contiene también esa manera de ser, ver y vivir en el mundo que he mencionado. En ese sentido cada obra creada está cargada de significado, y simboliza una forma particular de ocupar y recrear el universo tanto exterior como interiormente. Por eso cuando por fín somos capaces de reconocer a un autor en otro, una pincelada en el cuadro de otro, el conocimiento inicial se vuelve reconocimiento. Y es necesario que sea reconocimiento porque no es suficiente leer una novela para poder definir a la novela; no son suficientes los cuadros de Rubens para explicar la pintura en general; no es suficiente La venus de Milo para conceptualizar la escultura..., sin embargo cada expresión  es un universo significativo y capaz de definir una manera de ser y hacer arte. Ser uno, ser el otro, ser nadie o ser Sergio Pitol:
 
"¡Soy mi abuelo y quienes serán mis nietos! ¡Soy la vasta piedra que cimenta estas maravillas y también soy sus cúpulas y estípites! ¡Soy un mancebo y un caballo y un trozo de bronce que representa un caballo! ¡Todo es todas las cosas! y sólo Venecia, con su absoluta individualidad, iba a revelarle ese secreto!".
 

Peter Paul Rubens/Leda con cisne (1599)

martes, 9 de octubre de 2012

Otr-a-edad


Hay edades que no pasan;

que las distancias no quiebran

como a la vida quiebran.

Momentos en los que nunca envejecemos.

Se inmortaliza el rostro, la mirada, el andar.

 
Hombres aferrados al recuerdo,

al ayer, a lo imperfecto...

Para no ceder a la distancia

que es olvido,

que no es memoria

dibujándose de ausencias

para acercarse a la nada.

viernes, 5 de octubre de 2012

Habitantes y habitados.


“A veces las cosas más tontas nos complican la vida”.
    
El inquilino. Javier Cercas (1962). Edit. Acantilado. Barcelona. 2005


¿Son las alucinaciones pequeños detalles?

¿Es la abstracción un detalle pequeño?

¿Es el temor a la existencia o el despojo un pequeño detalle?

El inquilino supone el cuestionamiento del Ser. La convicción del futuro desde el presente que transcurre, pero no como un vano ejercicio de autoayuda, sino por la inevitable desconfianza de lo que somos y podemos ser desde nosotros hacia el entorno.

Cómo somos ciudades y a la vez pertenecemos a éstas.

El inquilino es el temblor ante el fracaso; fracaso inducido por la soledad, el desgane.

Mario, el protagonista de El inquilino, se ha detenido y sumido en el torbellino de un viaje que supuso dejarlo todo y saberse otro, a pesar del entorno inmutable que lo rodea.  

“Sólo en mi semejante me trasciendo” –Octavio.Paz-

El lenguaje de Javier Cercas es sencillo, pero no puede ser simple, justamente porque está atado a lo humano. Sus narraciones son como días: no breves, no extensos; tal como los días.

Esta novela, evidentemente, no es un diario. Es como una doble voz; una de tono omnisciente/omnipresente, otra con el acento de la cotidianidad. La que vive y se comunica con su entorno.

Es necesario un conflicto. La llaneza de la vida de Mario lo conduce a la necesidad de crearse un ¿Mario y yo?, cual ¿Borges y yo? Donde uno sea quien muestra un rostro, un oficio, una vida… Y otro que apenas es una sombra, pero que no puede desertar. Necesita, en algún momento, reflejarse, surgir, responder, incluso saberse uno más, triplicarse, idealizarse: exorcizarse.

En ocasiones, el humano necesita salir de sí para habitarse.

 
 
 
 
A propósito de la lectura:
“Ciegamente reclama duración el alma arbitraria

Cuando la tiene asegurada en vidas ajenas,

Cuando tú mismo eres el reflejo y la réplica

De quienes no alcanzaron tu tiempo

Y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra”.

Jorge Luis Borges

Inscripción en cualquier sepulcro.