En torno a dos tazas
de café.
(Suena Let’s do it de Alanis Morrisette).
Los libros nos contagian el placer por una vida de la que,
irremediablemente, estamos desatados.
Los ánimos por volar y atrapar nubes nos convencen desde
el primer verbo impracticable; la imposibilidad es lo que nos conduce por la
senda de la imaginación. Así vamos entendiendo qué amamos y cómo lo amamos.
Ella: Yo amo leer. Leer es leerte y leer a todos. Leer el
mundo.
Cuando conozco a
alguien, lo primero que hago es preguntarme cuál escritor habría creado un
personaje así.
El: Yo te veo leer y amo verte leer. Hacerlo es concentrar
el tiempo en una mente volcánica, un corazón en erupción. Verte leer es detener
cualquier malentendido con la vida. Te he visto amar porque te he visto tomar
los libros; te he visto amarme porque te he visto tomar mis libros.
Ella: Pues, es irremediable. No entiendo la literatura de una
manera distinta. Te repito, las imposibilidades son el motivo de leer. La
imposibilidad de un padre, de una ciudad, de una voz que susurre todos los
poemas y todas las canciones desesperadas; la imposibilidad de estar siempre,
de acceder a todo. El mundo sólo es posible cuando abres una solapa, pasas la
página blanca, desértica y entonces ocurre el efecto divino de la lectura. Una
sola página en blanco frente a 400 páginas derramadas de tinta y humanidad.
El: Fíjate en esto: repetidas veces no has dicho que leer en
un acto de amor, en ese sentido me pregunto, ¿qué tipo de amor será ése? ¿Qué
ha dicho Stendhal? ¿Un amor-pasión desenfrenado e intenso? ¿Un amor-gusto
voraz? ¿Un amor afrancesado y de detalles? A fin de cuentas creo que es
diverso.
Ella: ¿No te pasa que amas los libros en medidas diferentes? Tal
como amamos al resto del universo…
El: Bueno, creo que el hombre vive o sufre dos grandes
contradicciones: cuando está frente a la lectura y cuando está frente al amor.
Ella: Y sin embargo, ninguno de los dos se contrarresta, ¿lo
notas? Es cuestión de encontrar las letras sumergidas en la piel o encontrar
los miembros ocultos entre las páginas; después vendrá el deleite del aroma, la
sensación de libertad. Ser libres con el hombre, ser libres con los libros, ser
libres por la posibilidad de amar indistintamente a los dos.
Grand Splendid de Buenos Aires. 2013. |
El: Y sobre todo ser libres de tomar más café, ¿quieres otro?
Irene García.
Ser libres, ser lo que leemos. Escribir para resucitarnos, para encontrarnos con nosotros y con los otros, en voz alta o en el silencio de los labios que no pronuncian. Bendita sea esa imposibilidad de no "tener" siempre lo que se quiere ¿Dónde quedaría entonces el deseo de soñar y de vivir entre páginas?
ResponderEliminarComo siempre, un gusto leer-te ;)