martes, 2 de octubre de 2012

Desflorecida Venecia.


"Era más que una simple quietud: era como si dos criaturas encantadas simularan morir".
Henry James-Los papeles de Aspern.

No crecen flores en pantanos, ni bajo los puentes, ni dentro de las góndolas que no llevaron a Aschenbach tras el rostro de Tadzio. No hay tallos verdes en la escamosa piel de la Bordereau. No es posible que Aspern lleve un par de flores en sus cuencas. Tampoco es posible que Ligeia lleve flores a Rowena. No hay flor primaveral en los suelos de la Venecia de Mann, tampoco en la de James. Las flores tienen aroma de descenso, humedad y ausencia. El cuerpo busca la tierra para entonces desflorarse en ella.
“Gris y Rosa”: dos rostros impuestos a la humanidad, el rosa de los primeros años; el gris del declive. El rosa de la intimidación, la sugerencia pírrica de la obsesión. El gris del letargo, la ensoñación, el vagar de un cuerpo a flote.
 
Gris y Rosa de jardín y crepúsculo. Gris y Rosa de la voluntad. Ligeia aboga por la permanencia, el no-olvido, la necesidad inminente de penetrar la temblorosa malla de la vida de Rowena, que oculta el velo gris de su silencio. Lady Bordereau sostiene el secreto, la existencia de un pasado remoto y compartido, verosímil e inverosímil. Papel y tinta como símbolos de la vida, vida que sólo se sostiene con la permanencia del otro. El beso rosa que pervive en la existencia de un par de labios; beso gris que pervive en la nostalgia de la memoria; beso gris y roza en la ceniza del desaparecido. Ligeia no se ausenta, porque el otro no se ausenta. Bordereau no se ausenta, porque los testigos han prescindido de ojos y voz.
La permanencia del secreto, la omisión de lo íntimo, todo cuanto contiene al yo, imita la imponencia y silencio de las scagliolas. La complicidad del crítico con las flores es la misma complicidad de Ligeia con la muerte, y la misma de Aschenbach con la contemplación. La existencia del hombre ronda los pliegues de la muerte en la medida que contempla la manera de ser de los otros, en la medida que su silencio se torna indispensable para sí, en la medida que lo “vivo” surge del entorno, de lo externo; la motivación reside en que el individuo no imponga su vida, sino que la vida se imponga en el individuo.

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